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¿De qué hablamos cuando decimos “rendijas de salud”? miradas que sí resultan

¿De qué hablamos cuando decimos “rendijas de salud”? miradas que sí resultan 3La Normativa

1978. Informe Warnock Report. Un acontecimiento de vital importancia en el ámbito educativo, ya que este informe inspiraría más tarde numerosas leyes en diferentes países europeos que abrirían un mundo de posibilidades a los alumnos y alumnas que presentaran algún tipo de disminución física, psíquica o sensorial.

En España, nace la LISMI en 1982, la LOGSE en 1990, etc. para concluir con nuestra ley más actual, del año 2006, a la que se ha bautizado con el nombre de LOE. Con fecha 25 de julio de 2008 se aplica el nuevo concepto de Necesidades Específicas de Apoyo Educativo que destierra al de Necesidades Educativas Especiales. Se trata de una apertura a una circunstancia social que marca las nuevas necesidades a las que el Sistema Educativo debe dar respuesta.

Ello supone un avance teórico, una apuesta legal por el gran número de niños y niñas, alumnos y alumnas de nuestras escuelas, que, sin padecer ningún tipo de disminución física, psíquica o sensorial, necesitan de igual modo de una escuela abierta a la diversidad, donde cada persona debe recibir el tipo de educación que necesita.

La importancia del término

Estamos hablando de los tan nombrados en las últimas décadas «niños conflictivos», «niños agresivos», los llamados inadaptados sociales por tantos y tantos autores.

Pero son ¿niños agresivos o niños agredidos? como ha expresado François Dolto (1977) y, como nos dice Amando Vega (1989): «¿Inadaptados a qué?, ¿por qué? y ¿en qué grado?»

En este sentido, «el análisis de cualquier inadaptación debe realizarse tanto en función del individuo como del contexto en el que se vive…» (Vega, 1989)

¿Hablamos de «niñas y niños marginados»? Hablamos de niños y niñas cuyas condiciones de vida, vivienda, economía,…les están haciendo crecer en situación de marginación.

¿Hablamos de «niños y niñas malos, asociales, agresivos,…»? Hablamos de niños y niñas… sólo niños y niñas. Son, en demasiadas ocasiones, como los nombra Enrique Martínez Reguera (1988) los «cachorros de nadie». Niños y niñas de la calle necesitados de adultos sensatos dispuestos a vivir con ellos y ellas experiencias relacionales de solidaridad en un mundo que en demasiadas ocasiones e interesadamente pretende decir que estorban, molestan, estropean la convivencia pacífica, etc. La Escuela es un lugar privilegiado para vivir dichas relaciones.

Miradas que sí resultan

La manera de mirar a los niños y niñas dependerá en gran medida de la representación social que se tenga de ellos y ellas. Coherentemente la forma de actuar, de relacionarnos, en definitiva, la oferta educativa, estará de acuerdo con la visión que se posea.

Lola Arrieta y Marisa Moresco (1992) exponen en su obra «Educar desde el Conflicto. Chicos que Molestan» parten de la definición de «mirar» para concluir llegando a una serie de «miradas que no resultan» y «miradas que sí resultan»:

Miradas que «no resultan»:

  • Mirar de forma fixista o estática, prescindiendo del movimiento, de la capacidad de cambio del chaval, por vía relacional y comunicacional. «Este niño es…así «
  • La mirada moralizante, legal, reduccionista de la realidad. «Este niño es malo»»Ese chaval está loco»
  • La mirada libertaria y absentista: «Cada uno es como es» «Allá él»

Miradas que «sí resultan»:

  • Tratar de mirar a los chavales con una mirada fenomenológica y descriptiva, como el que se fija en lo obvio e interpreta más. «Este niño se muestra ahora así»
  • Mirar en perspectiva, como el que busca comprender «lógicamente» y para ello tiene en cuenta «el espacio y el tiempo»: «Qué habrá vivido este muchacho que se muestra así»»Qué mensaje querrá emitir con esta forma de actuar»»Qué necesidades está tratando de satisfacer con esta actuación»
  • Una mirada de autoridad racional. «¿Qué puedo hacer yo, como educador, para reorientar positivamente su proceso de crecimiento? ¿Cómo actuar en esta situación?»

Esta manera de mirar a los niños y niñas nos acerca a un mundo objetivo donde las etiquetas no tienen lugar, donde los prejuicios, «las herencias familiares» a las que se ven sometidos los chicos y chicas («sus hermanos también eran muy problemáticos, toda la familia es así») pierden todo su protagonismo; donde el miedo y el rechazo a lo desconocido y diferente desvanece para dar lugar a la búsqueda activa de factores favorecedores de situaciones de desventaja y de respuestas educativas adaptadas.

Ello supone un largo camino a recorrer, un camino que siempre se presenta salpicado de obstáculos, que exige de constancia, de creencia absoluta de que ningún niño o niña puede «darse por perdido o perdida» y de la habilidad del educador/a para detectar, vislumbrar los rasgos positivos, las habilidades ocultas, que todos y cada uno de estos niños y niñas poseen. Estas cualidades que, aunque en ocasiones ocultas, siempre están presentes, son las llamadas «rendijas de salud». Éstas pueden suponer la parte oculta del iceberg, aquella que a simple vista no se ve, pero que supone la mayor parte y la base de éste, la de mayor peso y consistencia.

Una apuesta práctica por la infancia en desventaja

«Aquellos que fueron descritos como muchachos con «problemática social» presentaban cierta dificultad para realizar el trabajo sin interrupciones, muchas de sus reacciones denotaban su inmadurez. Habían vivido experiencias como adultos, sin haber saboreado las cosas infantiles. Habían sido obligados por las circunstancias a crecer muy deprisa. Estaban faltos de contención. Nunca o casi nunca se les habían puesto límites, por eso también en la escuela tenían problemas. Muchos de ellos con situaciones familiares de desestructuración. Con necesidad de sentirse siempre en grupo … como para protegerse. «Enamorados» del dinero, pensando siempre en disfrutar. Pero por más que aparecieran así, nuestra convicción era que estos chavales eran personas con muchas posibilidades y con muchos valores. Solidarios y amigos. En cuanto empezaron a ilusionarse por aprender, se entregaban con atención al trabajo. Detrás de estos muchachos hay artistas, obreros, intelectuales… gente de valía. Pero todo estaba misteriosamente escondido por las propias historias tan duras de cada uno de ellos».

La práctica que se narra parte del empeño de conducir hacia fuera lo que cada niño o niña lleva dentro, ayudarlo/a a descubrir todo lo que de bueno tienen, para así potenciarlo. Para alcanzar el éxito es necesario que el educador o educadora descubra y tenga presente sus «rendijas de salud».

«Naturalmente que nos hemos encontrado con muchísimas dificultades. Hemos recorrido con ellos un proceso que se inició con un período de curiosidad, caracterizado por un buen comportamiento generalizado. En ese período estudiaban nuestro carácter, nuestras reacciones, … Después pasamos al período de rebelión. Una vez acomodados, aparecía el desajuste, el transgredir los límites, el conflicto. Buscaban que cayéramos en sus «redes», en la agresión verbal, el grito. Si notaban que perdíamos el control, ellos encontraban el suyo.

Por último, el período de aceptación. Todo el esfuerzo continuado y sistemático hacía que se llegara a la aceptación de las personas al como eran. Todos nos habíamos ido descubriendo. Los chavales notaban nuestro seguimiento, los límites concisos y constantes. Comenzaba a primar la confianza y la tolerancia. Éste era el momento en el que se trabajaba de verdad, aunque no todos llegaron a este momento.

Estos chavales pusieron a prueba nuestros nervios, claro que sí. Pero a estos chavales les debemos sin duda un proceso de reflexión pedagógica y humana constante que nos ha llevado lejos.»

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Información del artículo:

Fecha de publicación:
4 de noviembre de 2008

Autor/a:
Cristina Fuentes Macías

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