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Artículo publicado en: Sin categoría » Experiencias Educativas (num. 6)


La sexualidad educada

El interés por este tema se justifica, antes que nada, por el derecho fundamental de toda persona a recibir una educación integral, que abarque todos los componentes del desarrollo humano y, por supuesto, la sexualidad como dimensión básica de la persona y elemento a tratar educativamente. Este derecho a recibir una educación integral se halla recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

La sexualidad humana no supone exclusivamente, la expresión de los instintos biológicos, ni tampoco el fruto del aprendizaje social pasivo, sino que es el resultado de la interacción entre el individuo y el medio ambiente. En este sentido podemos mencionar a Money y Ehrhardt (1982): “La propia naturaleza es la que proporciona los elementos básicos irreductibles de diferencia sexual, que ninguna cultura puede erradicar, al menos a gran escala: las mujeres pueden menstruar, gestar y lactar, mientras que los hombres no». El papel que cumple la educación sexual dentro de la educación general y ésta dentro de la educación integral es de vital importancia. En esta línea, resulta muy ilustrativo conocer la coherencia entre los modelos sexuales de cada cultura y los modelos de educación sexual, tanto en las denominadas sociedades primitivas como las desarrolladas. La educación cumple, al menos idealmente, la función de preservar y perpetuar el modelo sexual.

En definitiva, la educación sexual debe de entenderse como un proceso lento, gradual y complejo, que ha de facilitar la construcción de las diferentes nociones sexuales y ha de ayudar a comprender los procesos históricos y culturales.

La sexualidad en la historia

Si nos centramos en nuestro contexto más cercano (sociedades occidentales europeas), habría que comentar que durante toda la Edad Media (hasta ya iniciado el siglo XVII) reinaban, en el seno de dichas sociedades, una libertad de costumbres y una conciencia colectiva de afirmación de la sexualidad que aún hoy podrían parecernos bastante sorprendentes. Según testimonios de Erasmo de Rotterdam y J. van Ussel, la manifestación más o menos explícita de costumbres y comportamientos sexuales se solía aceptar públicamente con bastante naturalidad. Los contactos de tipo físico (tocar, acariciar, abrazar, besar) entre adultos, jóvenes y niños pertenecían a un ámbito de lo más cotidiano: dentro de la casa.

Toda la familia, incluyendo a los criados, dormían desnudos en una misma sala, con idéntica naturalidad a como se procedía en los baños públicos de las ciudades; asimismo, entre los reyes, nobleza y clero se practicaba en muchas ocasiones la más abierta promiscuidad sexual, y los soldados y estudiantes exhibían, en dicho terreno, las formas de comportamiento más libres. En semejante panorama, los niños y jóvenes no precisaban casi ningún tipo de información sexual, puesto que la naturalidad con que se aceptaban los comportamientos de tipo sexual, así como la libertad de costumbres imperante hacían que lo pudieran ver, sentir, aprender y practicar por si mismos todo lo referente al mundo de la sexualidad.

Sin embargo, a partir de los siglos XVI-XVII y de forma gradual, empiezan a producirse una serie de importantes cambios de índole socioeconómica: el desarrollo de una incipiente industria (aún de corte más bien artesanal) y una leve expansión del comercio intra e internacional comienzan a marcar el paso del modo de producción feudal a una economía capitalista. La sociedad estamental inicia su transformación en una sociedad de clases y la burguesía pasa a ser una clase social en auge que impone una nueva concepción del hombre y la sociedad, al amparo del avance del Protestantismo. Este nuevo estado de cosas, esta fase histórica de construcción del capitalismo, de industrialización, exigía para su desarrollo el concurso de una sociedad mayoritariamente austera en sus costumbres y productiva en el trabajo.

La anterior moral tolerante, franca, abierta y defensora de la libre expresión y goce de la sexualidad es sustituida por otra de muy distinto signo, restrictiva, austera, rígida y que respondía congruentemente al espíritu de los nuevos tiempos, exigiendo el modelamiento de un nuevo tipo de persona cuyas prioridades fundamentales se orientaran a la dedicación, el rendimiento en el trabajo, así como a la austeridad en los hábitos de vida. Por todo esto, la sexualidad pasa a justificarse única y exclusivamente por su vertiente reproductora; todos los comportamientos, intereses o temas sexuales que no persigan el objetivo básico de la procreación son rápidamente condenados. Se abre una concepción del niño como ser «puro» y asexuado y se condenan y reprimen abiertamente las exigencias de satisfacción de la curiosidad y necesidades sexuales en la infancia y la adolescencia (rechazo de la masturbación y la práctica de juegos infantiles y juveniles de tipo sexual), eliminándose progresivamente, asimismo, los usos y métodos que pudieran favorecer de alguna manera la libre expresión del interés, curiosidad, aprendizaje y comportamiento sexual: ya no se duerme en desnudez ni colectivamente, se reprime la expresión de los estados de ánimo, se reducen las relaciones corporales directas con el prójimo, y la satisfacción de las necesidades sexuales quedan reducidas a la institución del matrimonio heterosexual y dentro del ámbito de la más estricta y clandestina intimidad.

No será hasta principios del siglo XX, merced a los trabajos de Freud, cuando se dé un redescubrimiento y revalorización de la sexualidad infantil. Gracias a que sus investigaciones y a los aportes posteriores de, entre otras escuelas, la llamada «izquierda freudiana» (Wilhelm Reich, Bernfeld, Erich Fromm, Fenichel) y demás estudiosos y especialistas (sexólogos, médicos, sociólogos, psicólogos, educadores, etc.) en el tema tales como Neil, Spitz o Kinsey, se ha ido abriendo paso, de manera lenta pero gradual en el contexto de nuestra sociedad occidental hasta llegar al momento histórico actual: la idea de que la sexualidad infantil es una realidad tan natural como ineludible, la necesidad de que los adultos tengan a la misma en cuenta, en el sentido de aceptar sus signos y manifestaciones como indicadores absolutamente normales de la curiosidad y la necesidad infantil y juvenil de descubrir, comprender, sentir y manifestar dicha sexualidad en toda su complejidad y riqueza.

La sexualidad en la actualidad

Así pues, hoy día no es arriesgado afirmar que en nuestra sociedad existe un consenso más o menos generalizado sobre la necesidad de educar sexualmente a niños y niñas. Las discusiones y el desacuerdo surgen cuando se proponen asuntos tales como: edad idónea para iniciar dicha educación sexual, tipo de contenidos específicos que deben abordarse, cómo impartirlos, quién debe tomar la iniciativa y asumir responsabilidades en ese sentido (¿familia?, ¿escuela?), actitud que deben adoptar los adultos del entorno inmediato ante determinadas manifestaciones de la curiosidad y el comportamiento sexual infantil y adolescente, etc.

La responsabilidad inicial de la educación sexual deben asumirla los padres. Es recomendable que se adapten al ritmo natural de aparición, en los niños, del interés y la curiosidad acerca de cuestiones relacionadas con la sexualidad, en el sentido de ir respondiendo a las cuestiones que sus hijos les formulan de modo natural, en un lenguaje comprensible para los niños, utilizando imágenes y ejemplos que resulten familiares para estos, y haciendo hincapié, si es necesario, en la vertiente afectiva y de placer que para todas las personas tiene (o debe tener) el sexo, y sin quedarse retrasados o adelantarse al ritmo natural de la curiosidad infantil y las demandas informativas concretas que los niños, con toda naturalidad, expongan. Naturalmente, a medida que los niños van creciendo y desarrollándose, cambian el número, el tipo, y la frecuencia de los interrogantes que plantean a su padres. En un primer momento (a partir de los tres años) lo más habitual es que pregunten de determinadas partes de su propio cuerpo y del de los demás, sin querer conocer en principio demasiados detalles explicativos (su nivel de desarrollo cognitivo no les permite retener ni comprender respuestas demasiado detalladas, largas o complejas), y pudiendo repetir periódicamente las mismas preguntas.

En un segundo momento (hasta los 9 años), los niños van ampliando gradualmente el número, tipo y complejidad de las preguntas: ya no se conforman solo con que se les identifique puntualmente las partes del cuerpo (suyo o de los otros) por las que se interesan, ahora demandan explicaciones más largas en las que se hallan implicados procesos de causa-efecto, al preguntar a cerca de cómo nacen los niños, porqué el vientre de la madre crece durante el embarazo, cómo se lleva a cabo la concepción,  «¿dónde estaba yo antes de estar con vosotros?», etc. Asimismo, las respuestas a tales interrogantes deberán seguir siendo formuladas en un lenguaje que no se salga del universo comprensivo del niño. Entre los 9 y 12 años aproximadamente las preguntas cesan, pero el interés por la sexualidad se mantiene. Es el momento de que los padres tomen la iniciativa y mantengan abierta la comunicación, abordando temas más variados: crecimiento y desarrollo, cambios físicos, juegos de tipo sexual, masturbación, anticonceptivos, etc.

La educación sexual abordada desde distíntos ámbitos

Ámbito familiar.

La familia es el punto esencial de la educación del sujeto. Toma importancia el clima familiar como agente de vital importancia en la educación, junto con los factores de centros educativos y ambiente social.
Podemos decir que la necesidad de una orientación sexual se hace patente en primer lugar en el medio familiar. En este sentido, muchos padres se plantean el modo práctico de llevar a cabo esta tarea y se preguntan: ¿están ellos mismo formados y educados para ello?, lo que exige una formación y una orientación concreta y práctica para estos casos. La crisis de generaciones y el conflicto familiar en el que actualmente vivimos pide algo más que el llamado instinto natural. El ambiente familiar no siempre permite llevar a cabo tal tarea en unas ocasiones por falta de tiempo, otras por desestructuración que existe en el seno de la familia y, en muchas ocasiones, por el propio desconocimiento del tema, influenciada por la propia educación recibida por los padres. De todo lo mencionado anteriormente las limitaciones de la educación sexual en las familias están necesitando una ayuda profesional sobre el tema, que sirva a los padres de guía, pero que en ningún momento reemplace a la familia en su tarea educadora con sus hijos.

Ámbito educativo.

La sexualidad educada 1La tarea del colegio es la de completar lo comenzado en el seno familiar. Aquí surge la dialéctica de dónde termina la actuación de los padres en la educación sexual de los hijos y dónde comienza la de los educadores. Lo ideal es que los centros de enseñanzas contaran con monitores y educadores especializados que asumieran estas funciones en colaboración con los padres de familias, a través de programas y seminarios.

Ámbito social

El clima social en el que se mueve el individuo es en primer lugar la calle, su barrio y, en su conjunto, la propia sociedad, será esta la transmisora de valores a través de unos medios condicionantes impuestos por un patrón cultural preciso y determinado. Podemos mencionar un ejemplo muy significativo: «Según Malinowski, entre los trobriandeses los niños no solo ven el acto sexual entre los padres, sino en nacimiento y la muerte, como cosas naturales, y no les afecta adversamente «.

En lo que se refiere a la sexualidad del adolescente, la sociedad actúa como en todos los valores a través de los medios de transmisión de la cultura, los más importante son los medios de comunicación social.

La sexualidad en la adolescencia

En torno a los 11-18 años existen una serie de cambios significativos en el desarrollo de las personas (físico y psíquico). Estos cambios producen efectos inevitables, aunque dependen en gran medida de la manera en que la sociedad reacciona frente a tales cambios y de los modelos y soluciones que se propongan al adolescente. La consideración del adolescente varía según la sociedad de que se trate. En nuestra sociedad no existen unos límites concretos, aunque se tiende a alargar cada vez más este período, debido a la precocidad de la pubertad, a lo prolongado de los aprendizajes, etc. Vamos a tratar los cambios más relevantes en los diferentes aspectos de las personas:

Cambio biológico.

El desarrollo de la pubertad desencadena, por la irrupción hormonal, grandes modificaciones en el cuerpo del adolescente. Existe la capacidad de procrear, lo más deseable sería que junto a ésta el chico y la chica desarrollaran la facultad de prevenir y regular la misma.
Cada vez existe mayor precocidad de tales cambios, relacionado con factores sociales, geográficos, nutricionales, etc. Esta metamorfosis corporal se realiza con un orden disperso, estos cambios bio-fisiológicos generan el aumento del deseo sexual, que puede implicar dos tipos de problemas: los que se producen por una inadecuada aceptación de la propia figura y los derivados de una moral prohibitiva que les causa sentimientos de culpa.

Cambios intelectuales.

Piaget nos habla en esta etapa de período formal-operacional. Se utiliza la lógica de las proposiciones, se razona a partir de hipótesis, existe capacidad para elaborar conclusiones teóricas, capacidad de pensar y razonar, etc. Muchas veces ante estos cambios la sociedad adulta actúa como si tales modificaciones no sucedieran.

Cambios a nivel de integración social.

Aunque ya poseen la capacidad para integrarse al mundo laboral, la sociedad suele no tenerlos en cuenta, esto alarga forzosamente la adolescencia. En grandes ciudades y debido a la crisis económica se agrava la situación:

  • El adolescente no ha participado en su construcción.
  • Esto no permite grandes contactos (deshumanización).
  • Leyes y normas represivas.
  • El contexto no es favorecedor, pocas zonas verdes, zonas deportivas, etc. Y proliferación de discotecas, bares, etc.
  • Proceso psicosexual.

La sexualidad es indisociable de la personalidad y está muy vinculada al entorno. El adolescente tiene una sexualidad muy lenta e impulsiva. Habitualmente el adolescente carece de información adecuada; se informa casi siempre a través de los amigos. Con padres y profesores no suelen hablar de estos temas la mayoría de las veces. Adoptan actitudes negativas ante la sexualidad debido a esta falta de información. Se ven asediados por múltiples estímulos eróticos; la información que tienen está llena de errores y dudas; saben más de aspectos anormales que de aspectos positivos. Respecto a las actividades, ha habido un cambio notorio, aunque perduren valores tradicionales llenos de prejuicios.

Conducta sexual.

Los comportamientos más generalizados entre los adolescentes son:

  • Tener experiencia de citas y besos antes de los quince años.
  • Gran parte antes de los dieciséis tienen experiencia de petting.
  • Muchos de ellos a los diecisiete años ya han tenido su primera experiencia sexual.
  • La casi totalidad antes de los catorce años han tenido autoestimulación y la mayoría lo vive con sentimiento de culpa.
  • La experiencia homosexual tiene un componente eminentemente afectivo y lúdico.

Los jóvenes tienen valores diferentes respecto a sus padres y a las experiencias heterosexuales, son más frecuentes y precoces, no dan tanta importancia a lo afectivo ni a la duración de la relación. La adopción de normas prohibitivas y rigurosas no parece ser eficaz, la confianza de padres y educadores que han ofrecido al adolescente una formación completa en esta materia, es la formula más adecuada, para evitar problemas añadidos tales como matrimonios forzosos, embarazos no deseados, abusos sexuales, etc. Que el adolescente sea considerado responsable y sensato, poniendo en manos de este la información necesaria para hacer un buen uso de esta responsabilidad. Desde el ámbito de la salud (R.Najera, 1992), y refiriéndose a medidas preventivas contra el S.I.D.A.: «El cambio de hábitos…,  puede intentarse pero considerando que aún con un breve asesoramiento educativo, los hábitos sexuales son muy difíciles de cambiar  (…), siendo más eficaces cuanto más jóvenes son las personas, de ahí que deba realizarse una correcta educación sexual en la niñez y la adolescencia…”.

Bibliografía

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Revistas consultadas

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  • Moreno López, S: «Creatividad Y afectividad» Revista Padres y Maestros. Pág. 18 a 20.
  • Seminario Coedasex: «Coeducación y educación  afectiva y sexual». Revista Cuadernos de Pedagogía.  Nº 224. Pág. 59 a 64.
  • Villaescusa Blanca, J. Y Gorrea Montaner, D.: «Coeducación y educación afectivo-sexual». Revista Cuadernos de Pedagogía. Nº 221. Pág. 45 a 50.

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Información del artículo:

Fecha de publicación:
15 de marzo de 2010

Autor/a:
Francisco de Dios Martín